!-- Start PureCSSMenu.com STYLE -->

domingo, 16 de junio de 2013

Las Fronteras

Desde pequeño estoy acostumbrado a viajar mucho. Mi padre, médico, era enviado a diferentes lugares del Perú para ejercer su profesión. Recuerdo que una vez estabamos paseando por la Plaza de Armas de Cerro de Pasco y de pronto nos dijo.

Miren, ese es nuestro carro. Y señaló un auto plomo de dos puertas, muy bonito por cierto. Pregunté entonces, ¿Cómo que es nuestro carro? ¡Hemos venido en ómnibus y no tenemos carro!

Mi padre contestó. Sí, ya he comprado uno y tu tío nos lo ha traído desde Lima.

Aquí fue cuando mi etapa de viajero comenzó. Nos "montamos" en el carro y continuamos nuestro viaje rumbo a Huariaca, un pequeño pueblecito andino al cual teníamos que llegar, pues era nuestro nuevo hogar.

Pasaba el tiempo, ya estábamos en el colegio y siempre haciendo viajes. Una vez recuerdo que al pasar por una carretera larga, muy larga y recta, mi padre señalando hacia afuera por la ventana de su lado nos dijo, ¡esta es la frontera entre Junín y Pasco!

En un lugar olvidado había un "marchito" letrero verde con letras blancas que apenas se distinguían. Lo más gracioso era que no había nada de diferente entre lo que había antes o después del dichoso letrero, todo era igual pampa e "ichu" antes y después, nada más.

Ese fue mi primer contacto con una frontera, pero a decir verdad no conseguí entender bien que es lo que significaba (sólo tenía 5 años).

Ahora, muchos años después, ahora que soy capaz de entender mejor aquellas abstracciones como "fronteras" y después de haber viajado un poco más, me doy cuenta que existen muchos tipos de fronteras.

Hay fronteras las cuales por algún convenio especial, podemos atravesar sin ningún problema, sólo basta identificarnos, hay otras para las que necesitamos aquel permiso llamado "visa", una vez obtenido puede ser atravesada. Pero hay otro tipo de frontera, esa frontera no la podemos transponer ni con visa ni sin ella.

Estamos tan acostumbrados a andar dentro de sus límites, que nos resulta asustador el siquiera pensar que existe algo más allá. Estamos tan cómodos bajo su protección que evitamos salir de "casa", aunque el salir signifique ver el sol.
No es necesario que nadie la cuide, nos son necesarios soldados con armas, ni alambradas de púas, ni cercos eléctricos, ni fosas profundas. No es necesario que tengan cámaras de vigilancia, ni sensores de movimiento.

Somos nosotros mismos los que las patrullamos constantemente y con mucho empeño. Las cuidamos con mucha dedicación. Pero no por temor que alguien pueda entrar, lo que hemos construido, es una fortaleza "inversa" algo que nos mantiene cómodos y protegidos dentro de nuestro "lecho" sin permitirnos salir. Algo que nos mantiene dentro del círculo que conocemos, algo que nos prohíbe alejarnos de nuestra "parálisis".

Esa frontera es el "miedo", el miedo a cambiar, el miedo a experimentar, el miedo a escuchar a otros, el miedo a intentarlo de nuevo, el miedo a aceptar que somos más de lo que creemos. El miedo al éxito.


¿Cuando habremos de cruzar esta última frontera?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tus comentarios.