Hace algunos un par de meses la dueña de la casa se me acercó y me dijo, Sr Augusto, necesito que deje el departamento al final del contrato. Pues debido a algunas circunstancias, tendré que utilizarlo para vivir yo.
Claro esto me resultó un poco incomodo, pues sólo tengo 6 meses en este nuevo domicilio y el enfrentarse a una nueva mudanza es bastante molesto. Pero pensándolo bien, me di cuenta que me guste o no debo de dejar mi actual domicilio.
Esto significan cambios, cambios constantes en nuestras vidas. inicialmente vivía en Surco, me pasé a vivir a La Perla ahora estoy viviendo en Pueblo Libre y seguramente en algunos días estaré viviendo en Jesús María.
Me he ido moviendo a lo largo de la ciudad pero no me había percatado aún que cada vez que me mudaba lo hacía teniendo en cuenta la cercanía a mi centro de trabajo y a otros lugares de interés a los que frecuento. Esto tiene sus ventajas, pues es más rápido y más barato llegar a ellos. Todo esto de los cambios se va dando en nuestras vidas, con nuestros amigos, trabajos, conocidos, estudios y todas aquellas cosas que solemos hacer todos los días.
Ahora que me encuentro en mi nuevo departamento veo que es más bonito, más iluminado y me siento mejor. Esto me trajo a la memoria algo que leí hace tiempo, un viajero le preguntó a un niño que encontró sentado a la orilla del camino cerca de un nuevo pueblo. ¿Cómo es este pueblo? El niño le responde con otra pregunta ¿Cómo era el pueblo del que vienes?
El viajero le dice, habían personas malas, mentirosas, muchos ladrones y gente de mal vivir, por eso decidí dejarlo. El niño que estaba sentado a la vera del camino le responde. "Este pueblo es igual"
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