Cada día después del
trabajo, siempre que metemos las manos en los bolsillos encontramos entre otras
cosas, boletos de "combi",
empaques de algún caramelo, nuestras llaves, el ticket del café que nos tomamos
por la tarde y tal vez algunas monedas y otras cosas que no sabemos como
llegaron allí.
Nuestras llaves son
importantes claro está, los papeles de caramelos definitivamente los pusimos
nosotros. Pero ¿Y esas monedas, esas monedas que suenan de vez en cuando al
meter las manos en los bolsillos, como es que llegaron allí ? Bien, en verdad
por ahora nos es importante saber de donde vienen, lo que más nos debe de
importar es cual será su fin. Es decir cual será el destino final que les
daremos.
En realidad yo he
establecido ciertos patrones de comportamiento para resolver este tipo de
problemas, todo se basa en acciones repetitivas muy sencillas que no tengo que
pensar mucho y no me quitan mucho tiempo, por ejemplo, si es que encuentro en
mis bolsillos o en mi monedero una determinada cantidad de monedas al final del
día, lo que hago para deshacerme de ellas es colocarlas inmediatamente y sin
mayor demora dentro de mi hipopótamo rojo (alcancía), las arrojo dentro lo más
rápido posible y me olvido de ellas.
Esto ya lo he
convertido en una costumbre, y ¿Porqué hago esto?, la respuesta es muy simple, "por que no me gusta ahorrar". Es
mejor que nos deshagamos de las monedas que nos sobran, y que las lancemos
dentro de una alcancía de esta manera no nos seguirán molestando en el
bolsillo.
Ya veremos como
lograremos esto, repitiendo esta acción todos los días, podremos estar más
contentos porque ninguna moneda quedará en mis bolsillos y así no sentiré
molestia y cada fin de mes al observar mi alcancía podre darme cuenta de todo
aquello que pude botar fuera de mis bolsillos para que dejara de molestarme.
De esta manera, no
ahorro ni un centavo y sigo gastando todo lo que quiero y hasta me doy el lujo
de botar mis últimas monedas del día dentro de una alcancía que bien puede
tener la forma de un tacho de basura si es que se me ocurre.
La imaginación de
una persona no tiene límites, sólo existe una manera de pararla, sólo hay una
persona que puede detenerla, nosotros mismos.
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